La de vueltas que da un bulo


en.red.ando
Fecha de publicación: 23/3/04
Autora: Karma Peiró



Decía Luis Angel Fernández Hermana, en el editorial “Telaraña de mentiras” (16/3/04), que fueron los teléfonos móviles y la Red los responsables en parte de hacer cambiar de opinión a cientos de miles de ciudadanos que manifestaban su malestar, rabia y oposición a la política del PP. La gente se sirvió de los SMS e Internet para organizarse en concentraciones multitudinarias, para protestar delante de las sedes del partido del gobierno, y para descubrir mentiras destinadas a tratar a la población como irremediables imbéciles. Por suerte, para quitarnos esa imagen de encima, los teléfonos móviles y la Red nos tuvieron informados con diferentes puntos de vista (nacionales e internacionales).

La noche del domingo electoral, los resultados de cambio de gobierno corrieron una cortina al asunto. Una de esas cortinas enormes de terciopelo rojo de los teatros, de esas que han visto muchas funciones de todo tipo. Nos fuimos a dormir con el telón echado a la espera de una semana más tranquila que la que acabábamos de dejar atrás. Nos la merecíamos.

Toda la jornada del lunes 15 de marzo la tuvimos ocupada escuchando las declaraciones del nuevo presidente del país, José Luis Rodriguez Zapatero, en diferentes medios de comunicación. Pero el martes, nos despertamos con Internet, de nuevo, como lanzadera principal de un rumor que, de confirmarse, podría levantar más las iras de los contrarios al PP. Un mensaje dejado en los foros de Chobernalia.org, a las 00:16 del lunes, alertaba de un intento de retraso de las elecciones por parte del gobierno popular y de la redacción de dos comunicados, que debía firmar el Rey, donde se convocaba el estado de excepción y se retrasaba el proceso electoral.

El rumor subió como la espuma y se publicó en decenas de foros. De allí pasó, a miles de correos electrónicos personalizados que, a su vez, eran expandidos de nuevo hacia miles de direcciones nuevas. Fue así como nos enteramos todos de que compartíamos un espacio único por el que las verdades y mentiras corren a velocidades extremas, de que formábamos parte de una red bien entramada donde al lado de una boca se encuentra una oreja y, al lado de ésta, otra boca dispuesta a repetir las palabras escuchadas. El hecho podría haber quedado casi en la intimidad, si no fuera porque en algún momento se añadió a ese bulo el distintivo de la radio Cadena SER como fuente informadora. Y todo ello sin que el medio en cuestión fuera consciente de ese pequeño cambio en el cuerpo del mensaje. Seguidamente, el periódico EL Mundo y la radio COPE acusaron a la SER de difundir informaciones falsas publicadas en la Red.

Ese mismo día, con el candelero ya encendido, empezó a circular otro mensaje con un artículo que Antonio Franco, director del diario El Periódico, había escrito en este medio y en el que explicaba las razones por las cuales la tarde del jueves 11 de marzo, horas después del atentado, había salido una edición especial de este periódico, cuyo titular de portada atribuía a ETA la comisión del atentado tras habérselo asegurado así el Presidente del Gobierno, José María Aznar. “Con la convicción de que el presidente del Gobierno de mi país era incapaz de, en el ejercicio de su cargo, darme seguridades sobre un tema sobre el que no estuviese seguro, decidí el titular ‘El 11-M de ETA’”.

El remate del día fueron las declaraciones del cineasta Pedro Almodóvar dando crédito al bulo y comentándolo, el miércoles 17 de marzo, en una comparecencia pública ante la prensa mundial. Casi a la par que Almodóvar se indignaba por el rumor llegado hasta él, la cadena SER lo desmentía con estas palabras: “Ante la campaña de intoxicación informativa que el diario El Mundo y la Cadena Cope han desencadenado al atribuir a la Cadena Ser la puesta en circulación de un bulo que acusa al Partido Popular de un intento de golpe de Estado, la Cadena Ser quiere desmentir rotundamente que se haya hecho eco en ninguno de sus programas de semejante disparate, que circulaba por Internet de forma anónima desde el lunes”. El mensaje había llegado a la SER, por primera vez, en forma de correo electrónico, después apareció en un sobre dirigido a la emisora de radio sin remitente y, por último, alguien lo introdujo en el fórum de la página web de la SER y en el de EL MUNDO con unas horas de diferencia.

Muchos internautas aseguraron en listas de distribución que un día antes, o sea el martes, había sido publicado en el diario electrónico Libertad Digital, dirigido por Federico Jiménez Losantos, quien también tiene un programa en la COPE (hoy ya no se puede leer porque fue retirado de Internet en cuanto se empezó a esclarecer el caso). El diario online catalán Vilaweb fue uno de los primeros medios en desmentir la trama del estado de excepción, y sus seguidores también fueron los primeros en alertar (de la misma forma que había corrido el bulo) que la información era falsa.

Ahora, la SER estudia la manera de tomar medidas legales contra EL MUNDO y la COPE por 'intoxicación de la opinión pública'. Por su parte, el PP ha anunciado una querella contra Almodòvar.

Lección de periodismo digital

Mientras seguía el asunto le daba vueltas a la capacidad de la Red, tanto para difundir informaciones que nos hagan ver la luz a los ciudadanos de este mundo sobre la realidad en la que vivimos; como para expandir rumores que pongan en tela de juicio no sólo el papel de los informadores oficiales— sean portavoces del gobierno o medios de comunicación— sino el de cada uno de los usuarios capaces de informar pero también de desinformar.

Durante las horas que el bulo fue presentado como plausible, la indignación era tremenda. Pero cuando corrió la voz de que la SER lo podía haber difundido sin haber contrastado los datos, la cólera fue todavía mayor. Me llegó un mensaje personal donde un conocido me preguntaba: “¿Cómo es posible que los periodistas no contrasten las noticias?”. Volvió a aparecer la ética que nos debe caracterizar a todos y la discusión de por qué somos capaces de difundir un mensaje que, leído con algo de calma, no tiene ningún sentido y más, si éste ni siquiera cita a una fuente informativa a la cual agarrarse y pedirle cuentas. ¿Qué era lo más indignante del asunto?: ¿que una persona fuera capaz de inventar esta historia que parecía verosímil?, ¿o que la mayoría de internautas que lo leyeron no fueran capaces de detectar la mentira al instante y denunciarla; y, por el contrario, sí corrieron ciegos a reenviarla a otros conocidos?

Hubo muchos, sin embargo, que intentaron aportar algo de luz al tema, se quedaron con el mensaje e hicieron lo que se hace con esta clase de rumores: buscar las fuentes originales y encontrarle un sentido. Una lectura tranquila permitía entender que era imposible que un gobierno declarase un estado de excepción de la manera en que se planteaba y, mucho menos, que se consiguiera con unas firmas del Rey. Había que consultar la ley para cerciorarse de que no podía ser todo tan fácil ni tan rápido como parecía. La víspera de las elecciones (el sábado 13 de marzo), la ONG Human Rights ya había publicado un comunicado titulado: “El gobierno de Aznar ha utilizado la información sobre la masacre de Madrid poniendo en grave peligro las libertades civiles”. En sus páginas también se podían leer los motivos para declarar el estado de excepción y bajo qué circunstancias.

Cuando se desmintió el bulo, los foros y las listas de distribución volvieron a estar al rojo vivo con airados comentarios de cómo se puede llegar a manipular la vida. La respuesta mayoritaria concedía cierta perspectiva al asunto y lo enmarcaba dentro del contexto de tensión y de crispación, de mentiras y de verdades a medias que todos habíamos soportado durante cuatro días intensos (del 11 al 14 de marzo).

Pero también hay que dejar claro que los rumores o bulos no son exclusivos de Internet, sino que corren por todos lados. La historia del periodismo está llena de medias verdades o de falsedades puestas en boca de los dirigentes de los países y destacadas en grandes titulares, y no por ello dimite nadie ni se lincha a los difusores ni a los propagadores de tales falacias. Está bien que ocurran casos como el que nos ocupa y que se debatan y se reflexione sobre ello. Nuestras acciones como internautas impulsivos ante una situación como la relatada podrá estar más o menos justificada. Es cierto, tenemos que aprender todavía a tamizar las informaciones, a filtrarlas, a verificarlas y a contrastarlas. Pero insisto, no sólo en la Red, también fuera de ella. Aunque nos lo digan nuestros medios de comunicación apoyándose en las palabras de nuestros gobernantes, hay que contrastarlo. Porque todos sabemos, a estas alturas, que algunos políticos se atreven a asegurar que hay armas de destrucción masiva donde no las hay, que son capaces de llevarnos a una guerra en contra de nuestra voluntad, y de ocultar y sesgar información relevante para la seguridad nacional. Y no por ello dimite nadie, aunque bien estaría.

¿Qué hemos aprendido?

Mientras seguía los mensajes difundidos recordé cómo habíamos evolucionado en dos años y medio, desde aquel otro acto terrorista del 11-S, en Estados Unidos. Entonces, ocurrió algo parecido. En el artículo “La verdad norteamericana”, que publiqué por esas fechas, queda explicado lo poco preparados que estaban los medios de comunicación para atender este tipo de rumores que corren por Internet. Una de las primeras imágenes que impactaron al mundo entero un día después de aquel ataque fue la de un grupo de niños en un campo de refugiados palestino, que disparaban al cielo sus fusiles en señal de victoria. Todos los medios la reprodujeron, con la CNN a la cabeza. Los pies de foto y los comentarios al respecto aludían a que tanta alegría se debía a que por fin había caído el ‘enemigo norteamericano’.

Las informaciones difundidas por Internet sobre estas imágenes prácticamente eran las mismas que en los medios tradicionales. Sin embargo, Indymedia.org tres días después del 11-S, publicó un mensaje de Márcio A. V. Carvalho, de la Universidad Estatal de Campinas (Brasil), que decía que las imágenes de las celebraciones palestinas utilizadas por la CNN eran de archivo y pertenecían al año 1991. El mensaje de Márcio dio la vuelta al mundo en menos de 24 horas. Fue difundido por listas de distribución en todos los idiomas. Y durante un par de días, los periodistas que lo habíamos leído andábamos pensando en las consecuencias de la noticia si era cierta. El domingo 16 de septiembre, por la tarde, Indymedia.org.il emitió otro mensaje del propio Márcio disculpándose por haber provocado tal revuelo, y por no disponer de pruebas para verificar si eran o no las imágenes de 1991. Ahí se quedó Márcio, en las listas de periodistas, y aquí nosotros pensando en la fuerza de un rumor que corre por la Red como la pólvora.

Mi reflexión final sobre lo ocurrido en nuestro país es que si Internet nos da la posibilidad de que todos seamos emisores y receptores de la información, y de ello nos beneficiamos ampliamente cada día, deberíamos ser más conscientes de lo que tenemos entre manos. Luis Angel Fernández Hermana decía hace unos años en el editorial “...derecho a la interacción” (26/2/2002) que el primer derecho específico de la Sociedad del Conocimiento es el de interactuar, lo cual significa, entre otras cosas, trascender el ruido de la información (¿de dónde viene? ¿quién la emite? ¿con qué intención?) y de la mera comunicación, para crear nodos de redes, espacios virtuales donde los participantes sean reconocidos y reconocibles. “A mi entender, éste es el contexto en el que deberían aparecer nuevos medios de comunicación y una nueva forma de periodismo”. A tenor de lo vivido… quizás no nos quede tanto.